-"Parece decir Horacio Acosta el técnico de Huracán cuando decide enviar al campo de juego a Héctor “tico” Rojas".
Las cosas hasta ese momento no estaban del todo resueltas.
El partido en general tuvo aristas interesantes y se jugó con dientes apretados. El “globo” intentó hacer su futbol en el primer tiempo robándole la pelota a El Laurel y clausurando la zona de gestación impidiendo que su valor más importante, Pedro Kipp no tuviera espacio para fabricar con su inteligencia algunas jugadas de riesgo.
Lo consiguió gracias al desgaste físico de “Juanjo” Flores y Domingo Cabral. Más algunas apariciones de Gerardo Gonzáles y el acompañamiento permanente de Fernando Yegros en la doble función de marcador volante.
El “chapa” fue importante a la hora de meter la pausa y buscar la descarga. El “Lechu” como siempre imponía presencia y potencia en la ofensiva, el “negro” Rodrigues corría y metía mucha voluntad. Atrás se pararon con solvencia Adrián Sánchez, Cristian Ríos que se fue lesionado y Enzo Gaspari en su reaparición como titular.
Pero este no era un partido mas, importaba y mucho el resultado final. El Laurel imperiosamente buscaba ganar para forzar un tercer encuentro y Huracán se conformaba con la ventaja del primer match, un empate le quedaba como anillo al dedo.
Quedó demostrado porqué los dirigidos por Pánfilo Benítez venían precedidos del rótulo de campeón del Apertura.
Puso en aprietos en varias oportunidades al golero Giménez y nunca lo respeto al “globo”. Con sus propios argumentos de apoco, fue mostrando lo que tiene.
Luego de la inocente expulsión de Gerardo Gonzáles todo cambió, porque Horacio Acosta se vió obligado a cambiar el libreto por la “tontería” que cometió “Gera”.
Con un hombre menos Huracán se fue replegando, tuvo que recomponerse en su zona defensiva por la lesión y posterior reemplazo de Cristian Ríos quien dejo su lugar para que ingresara “Monchi” Galeano y como una verdadera final nadie regalo nada.
Los roces fueron permanentes, las jugadas fuertes también y el árbitro Edilio Castillo en varias oportunidades quedo a contra pierna de las jugadas. Con un hombre menos, pero sabiendo que dependía de su inmenso corazón, los de Rocamora aguantaron el temporal de pie y cuando pudieron metieron la contra y en una de ellas en el segundo tiempo luego de un corner, Antonio Dávalos hiló fino metiendo el centro hacia atrás para la entrada del “Tico” Rojas, que desde la visera del área saco el “cañonazo” de zurda, como en el potrero, para fusilar al buen portero Ozuna.
Delirio total, festejo desenfrenado, para desahogarse de tanta congoja acumulada. Y ese grito maravilloso que inunda Villa Urquiza…Goooooooooooool y el titulo cada vez mas cerca.
Pero enfrente estaba un equipo bien armado, con sus virtudes y defectos, que de ninguna manera pensaba bajar los brazos. Lo metió a Huracán contra su arco y logro el empate, cuando Lezcano de cabeza desvió un centro a la zona de peligro clavando la pelota cerca del caño derecho de un sorprendido Giménez.
No le quedó tiempo para la hazaña al LAUREL, pero dejo todo lo que tenia en el campo de juego, por eso la tranquilidad del final y la complacencia de su técnico.
Así se juegan las finales con alma y vida, lo hicieron los dos. Uno solo puede llevarse el triunfo y en este caso los de Rocamora lo hicieron.
Este proyecto, como lo titularon El presidente de la institución Oscar Pelinski y Enrique Lima los hacedores de este resultado obtenido, llegó a su punto culminante, faltan dos partidos para concretar lo que se tenia previsto conseguir, el ascenso que no es poca cosa.
El miércoles, se verán nuevamente las caras Huracán y el Laurel en cancha de Brown.
LA UNO ESPECTACULAR.
Sin lugar a dudas este nuevo modelo de hinchas denominado LA UNO nos deja cada partido con la boca abierta.
En épocas pasadas la hinchada de Huracán fue siempre respetada y considerada la más seguidora de nuestro medio, porque siempre estaban junto al equipo en las buenas y en las malas.
LA UNO le adosó ese folclore que no queremos que nunca desaparezca de las canchas, la música, el colorido, el aliento sin descanso y el acompañamiento incondicional. Son parte de todo lo vivido.